¿Qué hay de verdad en los afrodisíacos?

¿Existen los alimentos afrodisíacos? ¿Funcionan? ¿Cómo se relaciona lo que comemos con nuestros genitales y el deseo sexual? El tema de los afrodisíacos es un poco más complicado que dar un listado de alimentos sobre qué comer y qué no. La libido o, en su defecto, la falta de ella no es un problema nutricional como otros, donde vas al médico y te dice que para bajar el ácido úrico dejes de comer marisco o si tienes los triglicéridos altos dejes de comer embutido. Según dónde busquemos parece que todo aquello que se pueda comer (y muchas cosas que no), en algún momento de la historia ha sido considerado afrodisíaco: fresas, ostras, testículos, crestas de gallo, lenguas de flamenco, ajo, cuerno de rinoceronte, las ubres de una cerda preñada, el corazón arrancado de una codorniz viva… la lista es infinita y de lo más rarita.

Pero realmente ¿Qué es un afrodisíaco? La RAE lo define aquello “que excita o estimula el apetito sexual”. Según esta definición un afrodisíaco es aquello que puede ocasionar alguno de estos posibles efectos: ayudar a la desinhibición, aumentar la energía física, mejorar la concentración de hormonas sexuales o, de alguna manera, estimular los genitales, su funcionalidad y el sistema nervioso, mejorando de esta manera la salud sexual.

Woody Allen dijo que “en el mundo solo hay dos cosas importantes, la primera es el sexo y la segunda no la recuerdo”

Si la primera cosa importante es el sexo, yo diría que la segunda es la comida. Cocina y dormitorio han ido de la mano prácticamente desde que el mundo es mundo, no podría ser de otro modo, de ellos depende la vida.

Algunos de los primeros afrodisíacos, allá por el 2000 a.C., se hicieron populares porque se suponía que cosas que se parecían a los órganos sexuales podrían tener algún efecto a la hora de incrementar el funcionamiento sexual (ostras, espárragos, huevos…). Desde entonces ha sido frecuente que aparecieran referencias al uso de este tipo de ingredientes en tratados de medicina, botánica e incluso religiosos. La mayoría de ellos fueron utilizados sin mucho éxito y sólo unas pocos demostraron un efecto contundente, eran la viagra antes de su invención; la cantárida, una especie de cucaracha, y la yohimbina.

De los largos listados de alimentos con fama de estimulantes sexuales que circulan en el saber colectivo y muchas veces inventivo aún se están investigando sus efectos. Sin embargo se ha visto que algunos de ellos, en un consumo regular, sí que podrían intervenir de alguna manera; mejorando las erecciones, la lubricación vaginal, incrementando el apetito sexual… debido a su composición química. De eso ya se han percatado las empresas farmacéuticas, que últimamente están lanzando al mercado complementos nutricionales con estos fines.

No hay que olvidar que el principal órgano sexual es el cerebro, por lo tanto, el sexo y los sentidos van de la mano. Si queremos seducir a alguien con una cena romántica debemos trabajarnos un menú y un entorno que nos ayude a despertar el placer erótico de los sentidos: el sabor, el tacto, el olfato, la vista e incluso el oído. Dicho de otro modo, además de utilizar los efectos fisiológicos de los componentes de los alimentos sobre la sexualidad (antioxidantes, precursores del óxido nitroso, fitoestrógenos…), también debemos alimentar el cerebro para el sexo, erotizarlo.

El problema está en que, aunque nos hartemos a comer ostras y fresas con chocolate, si el individuo, individua o personaje (perdón por la palabreja a los lectores de género no binario) que tengamos enfrente no nos pone, difícilmente el atracón que nos hemos dado tendrá efecto.

La sexualidad es algo más que un mero acto mecánico y conlleva un montón de factores psicológicos, fisiológicos, emocionales y, cómo no, nutricionales que todavía se están descubriendo. Por eso no debemos olvidar que, en el uso de alimentos afrodisíacos, hay que tener en cuenta el efecto psicológico de la sugestión, ya que el estar pensando en sexo ya predispone, aunque lo que comamos no tenga ningún efecto más allá que el de disfrutar de una comida estupenda.

González Vera, A. Influencia de los afrodisíacos y el erotismo en la gastronomía. Cuadernos de Aragón. 2011
Dagnino, M. Los alimentos del deseo. Fundación Artesano Group. 2017
Allan Miller, R. El uso mágico y ritual de los afrodisíacos. Lasser Press. 1999

Marga Garí
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